Desde hace ya varios años, he seguido de cerca la indagación artística
de Angelo Bressanutti: la pasión con la cual ha asumido su oficio de poeta y su
abordaje de la fotografía como síntesis, a partir de la visión, expresión de un
instante; de las formas del paisaje y el cuerpo femenino: un fundido sensual
que nos propone una "otra" manera de mirar el paisaje y los cuerpos.
En las primeras fotografías que Bressanutti nos dio a conocer:
bodegones, un Cristo semienterrado en un cementerio, el espiral de una torre
que ascendía hacia el cielo, creando otra forma de nubes, o los desnudos
femeninos atravesados por un rayo de luz, como en el poema de Salvatore
Quasimodo, nos dejaba siempre con la sensación de contemplar un dibujo formado
a partir de ese rayo de luz. El detalle de fundir cuerpo y entorno, entregaba,
a nuestra alma, la posibilidad de otear una imagen transmutadora de espacios y
de seres.
La transmutación de los seres en la indagación fotográfica de Ángelo
Bressanutti toma, ahora, otro rumbo. El artista fija un derrotero diferente al
fundir los cuerpos, las formas y elementos del paisaje. Nos propone, además, la
integración al cuerpo fotografiado, de poemas, de frases extraídas de textos
literarios, o filosóficos, como si esas palabras o versos conformaran otra
piel. Ese recurso añade un nuevo detalle a la atmósfera sugestiva de sus
imágenes: la sensualidad que emana de los cuerpos femeninos quizá
"pedía" esta otra piel.
Una especie de torbellino envuelve los cuerpos, las formas del paisaje
y las palabras. Se crea otro ser a partir de una imagen en la cual lo erótico
surge de la posibilidad del trasvasar de las sustancias y esencias de todos los
elementos fundidos. Aire y luz completan el dibujo: tachan, borran, vuelven a
integrar los cuerpos para la fascinación del espectador. El espectador, atento,
sigue el juego, el devaneo, el remolino de todos los elementos y detalles
conjugados, dibujados y desdibujados para una fascinante travesía.
El artista, mediante la superposición de detalles y de realidades,
fundidos de cuerpos, hojas y palabras, nos invita a jugar; a viajar tomados de
una posible imagen final que nosotros armaremos a partir de su propuesta
inicial. Podemos empezar.
José Napoleón Oropeza
Las Eluvias III, amanecer del día Domingo 23 de septiembre de 2007
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